Escribo este primer post en una situación de convulsión social que no se había visto antes en este país. Los ciudadanos están aceptando, a golpe de duras pruebas, lo que era evidente ya hace años: el sistema no es confiable.
Recuerdo a inicios de la crisis en el 2008 el título de una conferencia de Rafael Alvira que me dio que pensar, se titulaba: “Lo que está en crisis y lo que no”. Desde entonces me he posicionado con toda mi energía en el mundo de valores que, en mi opinión, no está en crisis. Y me ha ido bien. La crisis del sistema me afecta como a todos, pero yo no estoy en crisis.
Sólo hay un tema que le roba el protagonismo a las pruebas de falta de ética entre los políticos y las instituciones, y ese es el desempleo. El verdadero drama de este país como machaconamente insisten los medios de comunicación.
A mi me parece que ese es un juicio erróneo, aunque cierto. Para aprender necesitamos juzgar bien sobre la causa y no sobre el efecto. El drama verdadero de este país es que los españoles no creamos riqueza. Y como no creamos riqueza en este país, nadie tiene trabajo.
Para crear riqueza y que esta tenga impacto efectivo en la sociedad, tienen que darse dos factores:
a) Que uno tenga riqueza interior, la riqueza viene de la abundancia de ideas (sí, de la inteligencia) y de iniciativas (sí, de la voluntad).
b) Que le dejen hacerlo o, mejor dicho negativamente, que no le pongan tantos obstáculos a quien es rico en ideas e iniciativas que desista de ellas o se vaya a otro lado donde se lo faciliten más.
El factor a) depende de la educación, luego esta es una clave de mejora a medio o largo plazo. Todo hay que decirlo, la educación en España considerada en una comparativa global, no está tan mal. Cosa distinta son las costumbres …
El factor b) depende del Estado y las instituciones que gobiernan y aquí España tiene un problema grave. Los ciudadanos no confían en el estado, los partidos políticos, los jueces y las instituciones. Y además no es esta una desconfianza basada en juicios políticos o morales generales, sino una desconfianza ético-económica: “todos los que pueden se aprovechan económicamente de los demás”.
La riqueza, aunque se cree con esfuerzo, no llegará a su destino natural… se quedará por el camino, en impuestos, tráfico de influencias, sobornos, pagos a fundaciones, pluses a políticos… etc. No cabe esperar justicia en la distribución de la riqueza, y por lo tanto… ¿quién será el inocente que se desgaste en crearla para que la disfrute quien no debe?.
Una vez escuché a un empresario familiar inglés (de una longeva familia de más de un siglo de antigüedad en los negocios) decir lo siguiente: “no es el amor lo que une a las familias empresarias es la justicia”.
Este es el verdadero drama de este país: la falta de hábitos sociales de justicia en la distribución de riqueza, que impiden que los ricos interiormente desarroll en externamente todas sus capacidades en beneficio de la sociedad.
fantástico Carlos. Me ha gustado mucho.
un abrazo. estíbalitz
Muchas gracias Estíbi, espero que nos veamos pronto!!!